Uxío López según Carlos Crespo
Frente a las obras de Uxío uno experimenta la sensación de que no son cuadros sino mundos, dotados de sus propias leyes, con su particular dinámica e incluso en un permanente proceso evolutivo ajeno al control de su creador. No hay dios, sólo conciencia. El azar y el destino manejan el pulso que recorre el lienzo. Es el gesto, la fusión de texturas y pigmentos lo que convierte un desarrollo conceptual en trazo y, posteriormente, en cuadro.
Podríamos adjetivar las obras de Uxío con mil y un ismos, pero ello nos abocaría a constreñirlas, a cercenarlas. El artista trabaja ajeno a los ismos, no por desconocimiento, sino por pura voluntad creativa. De ahí que en su pintura encontremos tanto sugerencias figurativas como evidencias matéricas, referencias expresionistas o seducciones minimalistas. Paradójicamente – o quizás no tanto – el resultado es un todo homogéneo y coherente. El “barullo”, que da título a su última exposición, como germen de la creación, su particular Big Bang.
El poder seductor de las obras de Uxío les confiere una poética muy especial, no ajena, en algunos casos, al sentido del humor , en la que siempre subyace la música, parte consustancial del paisaje en el que se desenvuelve el proceso creativo del pintor. Adentrarse en las obras de Uxío, en su mundo, supone un ejercicio fascinante, una deliciosa aventura estética en la que, a medida que avanzamos, descubrimos nuevos territorios llenos de sorpresas y de infinitos matices, hasta que, ineludiblemente, acabamos por convertirnos en partícipes de todo ello, a formar parte de ese mundo, sujetos también a sus leyes, a su dinámica y, por qué no, a su misma e volución.
Uxío el múltiple según Serxio González
En el sótano, en el piso inferior de la conciencia, habita siempre un caos primigenio. Fuerzas poderosas entrechocan, hacer temblar el armazón sobre el que se yerguen, llaman a la puerta del vecino de arriba, de la verbalizad, sin llegar nunca a desvelarse, sin resolverse en palabra o concepto. Reclaman atención, interpelan a la mente y a los sentidos, para ocultarse de nuevo antes de ser descubiertas, dejando por toda huella un leve y huidizo poso. El acto de creación consiste, en buena medida, en abrir camino a estas potencias, en conducirlas, aunque sea lentamente, proponerles material informeque moldear y dejar que operen.
En la medida que el demiurgo deje en libertad estas corrientes informadoras o intente, por el contrario, dominarlas con puño de hierro abrirá las puertas a mundos distintos: sugerencia frente a imposición, dejar fluir frente a luchar, bruma frente a luz, calma y no tormenta, melodía en vez de disonancia, placidez contra agresividad. Uxío conoce una puerta para entrar y salir en estos universos paralelos. Hay una pulsión telúrica en su trabajo a la que no son ajenas las substancias que quizás más genuinamente distinguen su obra, el aluminio y el ácido – metal y corrosión -, puro caos que el creador logra transformar en una radiografía del instante. Piezas en las que la propia materia impone un determinado azar de formas y curvaturas dando lugar, no obstante, a composiciones sutiles, ligeras, como trazos dibujados porla lluvia en el vidrio, pero al mismo tiempo fuertes, recios, indestructibles.
Esta multiplicidad sincondensación transita el trabajo de Uxío independientemente de que sea papel, tela o madera la base por él elegida entre los distintos azares generadores. Importa más preparar el disparo que dar en el blanco. Hay un Uxío que explota en colores, que doblega el ojo, que domina y se impone, que busca el centro. Y hay otro que insinúa, que propone, que navega por la orilla evanescente de una realidad siempre cuestionada. Entre el ser y la nada hay lugar para un terreno dialogado a través del símbolo intuitivo, llave que, en definitiva, permite comunicar ambos mundos posponiendo la contradicción a la que están abocados, como ese blanco transparente, que con tanta maestría utiliza, en el que los opuestos parecen disolverse sin lucha, con cariño.
Y así surgen las imágenes: las ventanas, las cascadas, las huellas sobre el hierro, los estudios para un vuelo, el hombre que se oculta, el naufragio de metal, el anuncio de otras épocas, la sonrisa del trueno, los nuevos petroglifos, el encuentro entre sombras, las cajas chinas, la sórdida eyaculación, la tormenta de trazos, los recuerdos del cubismo, los colores derramados, el baile en rojo, los esquemas del vacío, la crema infinita, las densidades combinadas, los mapas de ninguna parte y tantas y tantas otras… Pequeñas ideas en pequenos espacios de tiempo… que Uxío el múltiple desencadena en la mente antes de cerrar la puerta y regresar a su gabinete de nigromante.
Uxío López según Uxío López
Nací en Irún (Guipúzcoa), en 1958 y creo que ya nací pintor. La pintura es la gran pasión de mi vida. Hijo de padres gallegos, regresé a la tierra a los cuatro años, yendo a recalar en Trabanca Badiña, pequeño lugar de Vilagarcía de Arousa en el que crecí a la par que crecían también mis inquietudes, especialmente artísticas alentándome desde muy joven a participar activamente en la efervescente vida cultural de las tierras de O Salnés, sin dejar pasar nunca la ocasión de compartir experiencias en otros lugares.
No resulta fácil hablar de la propia obra. Prefiero sencillamente mostrarla para que en cada uno aflore la propia interpretación, aquello que le evoque, sus emociones, que probablemente no tengan nada que ver con las que yo experimenté en el estudio mientras concebía el cuadro. En cualquier caso sí puedo decir que en mi obra hay una serie de constantes que me identifican a lo largo del tiempo, una de ellas es la utilización de pigmentos relacionados con el mundo del aluminio, al que me une una vinculación profesional. Este tipo de elementos aplicado en distintos soportes (lienzo, papel, madera o el propio aluminio) me permiten lograr texturas muy especiales.
Para la aplicación de los pigmentos recurro a cualquier tipo de utensilios, desde los clásicos pinceles hasta trapos, escobas, fregonas y, cómo no, las manos e incluso los pies, no tengo reparo en eso. Otra caracteística de mi obra es la gestualidad. El mío no es un trazo fino, al contrario, me gusta ver reflejada en el trabajo la incontenible huella del propio gesto dejando siempre un amplio espacio al azar, al error, a la evolución incontrolable de los materiales sobre el cuadro. Por último tengo que hacer referencia especial a la música. En más de una ocasión he dicho que no sería capaz de pintar en silencio. Lo primero que hago antes de coger los pinceles es conectar el equipo de sonido. Allí, en la soledad del estudio, me acompaña Van Morrison, “behind the ritual”.